La Despedida

 

El 1º de Agosto quedará marcado para Enzo Francescoli como uno de los días más emotivos de su vida. Era su partido despedida, el que se había postergado un par de veces por problemas con los calendarios o con huelgas de jugadores, el que todo River Plate esperaba, el que agotó sus entradas a las pocas horas de ponerse en venta las mismas. La cita es en el estadio Monumental, se enfrentan el River Plate del "Príncipe" y Peñarol de Montevideo (El equipo del cuál Enzo es hincha desde chico). Las tribunas están colmadas de gente de todo el país, las banderas con su nombre y con su rostro cubren el estadio, el colorido es fascinante, millones de personas lo observan por televisión. 

En el estadio se reunieron importantes personalidades, como los presidentes Carlos Saúl Menem (Argentina) y Julio María Sanguinetti (Uruguay), el candidato a presidente Fernando De la Rúa, el padre Ernesto Francescoli y la mamá Olga Uriarte junto a los hermanos del crack,  entre otros. Minutos antes de las 6 de la tarde, Enzo entra a la cancha acompañado por sus hijos Bruno y Marco, el Monumental explota, el grito de U-ru-guayo! Es ensordecedor, el "maestro" se prepara para su última función. Estuvieron junto a él jugadores "Millonarios" actuales como Roberto Bonano, Pablo Aimar, Leonardo Astrada, o Javier Saviola, y también viejos compañeros como los Orientales Gabriel Cedrés, Pablo Bengoecehea y el "pato" Aguilera (por Peñarol), y los argentinos Hernán Díaz y Roberto Ayala, o el Chileno Marcelo Salas (por River). Antes del comienzo, Enzo recibe una plaqueta recordatorio, se fotografía junto a los dos equipos, y el gran Walter Gómez (ídolo y goleador Uruguayo del viejo River), da el puntapié  inicial junto a Enzo.

A las 18 Hs. Francescoli toca para Salas, comienza el partido. Enzo comienza a desparramar su talento por última vez, a los 22 minutos dispara por primera vez al arco, pero contiene el arquero Flores, 8 minutos después una obre maestra, tres amagues y un tiro al ángulo que el arquero "aurinegro" desvía de forma notable al corner, tres minutos después Enzo se tira con los dos pies y casi manda un centro cruzado a la red. A los 42 llega el primer gol, centro de Juan Pablo Sorín, palomita genial del "Príncipe", tapa el arquero, y el goleador Marcelo Salas manda la pelota al fondo de la red, la dupla formada por el Uruguayo y el Chileno volvía a hacer estragos en las defensas contrarias.

En el entretiempo, el cantante Ignacio Copani emocionó a la multitud cantando el tema "Inmenzo", y en el complemento llegaron las mejores emociones, a los 18 minutos se retira Hernán Díaz, el cual se funde en un abrazo con Francescoli, y recibe la gran ovación del público. Un minuto después Bizera le comete penal, y el "Príncipe" convierte el gol con un tiro al ángulo derecho, inatajable. A los 15 minutos nuevamente Bizera comete penal, esta vez a Saviola, nuevamente Enzo se para frente a la pelota, esta vez el tiro va levemente a la izquierda del arquero, es el último grito del uruguayo, es el último gol, es la última obra maestra. Dos minutos después el estruendo es para despedir al "Matador" Salas, el cual se despide de Enzo y de todo el público. Pasaron 10 minutos para que se produjera la sorpresa más emotiva de la noche, ingresan al campo de juego Bruno (12 años) y Marco (10 años) Francescoli, los cuales construyen una jugada junto a su padre que el sorprendido arquero contrario logra detener. Unos instantes después, ante la mirada atónita del público Papá la juega para Marco, este la toca para Bruno, el cuál empuja la pelota a la red en un gol simbólico, y el árbitro Angel Sánchez da por concluido el partido. El estadio se viene abajo, Enzo se saluda con todo el mundo, el final estaba cerca....

La hinchada grita que "El Enzo no se va...", las lágrimas brotan del rostro del ídolo, el cuál comienza a dar su última vuelta olímpica, esta vez acompañado sólo por sus hijos, el estadio entero comienza a emocionarse hasta el llanto, se rompe las manos en un aplauso interminable, los fuegos artificiales adornan el cielo, el ritual está acompañado por una bandera que reza "Eternamente Gracias" y tiene los colores de River Plate y de la bandera Uruguaya. Al finalizar la vuelta, y desbordado por la emoción, el "Príncipe" saluda por última vez y besa la casaca a la que le dio tanto, su figura desaparece de la vista de todos, que no pueden digerir que no lo volverán a ver, los sentimientos se entremezclan, tristeza, alegría, ruego por verlo aunque sea un segundo más. Es un final grande para un grande de verdad, un jugador cuya figura desparramó magia por las canchas del mundo, una persona que fue un ejemplo de ser humano, un ídolo perfecto.