Cien
años no se cumplen todos los días y por eso, los directivos y
la gente decidieron tirar la casa por la ventana y festejar a
lo grande desde temprano.
Todo
arrancó el jueves 24 de Mayo a la noche en el Monumental con una
cena intima con mas de 2000 invitados en la que hubo famosos,
dirigentes, jugadores del plantel actual, viejas glorias y políticos,
como De la Rúa e Ibarra. A
las 12 de la noche cantaron el himno y la marcha de River. La
fiesta estaba en marcha. Y se mudó de Núñez a La Boca para celebrar
una misa. El rojo y blanco invadió la Iglesia San Juan Bautista,
a seis cuadras de la Bombonera. Si hasta el altar en vez de mantel
tenía una bandera de River... Había unos cien hinchas, entre ellos
Aguilar, Pintado, Davicce y Arias. Tampoco faltaron los policías,
aunque no pasó nada. Sólo hubo miradas asombradas de los primos
que pasaban por ahí. La Iglesia estalló cuando el cura pidió aplausos
para "el club de los amores". El "Soy de River, soy de River"
fue ensordecedor. Hasta parecía que San Cayetano revoleaba el
trigo. Enfrente, una imagen del Sagrado Corazón que -íoh casualidad!-
lo cubre un manto rojo. Y sí, es de River. En el final de la misa,
la música de "el más grande sigue siendo River Plate" explota
y otra vez saltos y cantos. En el final se descubrió una placa
y la bendición. En el nombre de Angelito, del Beto, del Enzo.
Amén.
De
ahí, al Obelisco para sumarse a la caravana que marchó hasta el
Monumental. La caravana que había vestido este 25 de mayo diferente,
en el nombre de River. La marea de gente era asombrosa. Más de
50 mil personas gritando. Subidos a los semáforos, a las marquesinas
de los negocios, a los camiones. Los turistas miraban sin entender
lo que estaban viendo, pero por las dudas sacaban fotos a esa
invasión roja y blanca. Las botellas de tinto sobraban. Después,
cualquier árbol servían para eliminar el exceso de líquido. Hubo
paraguas, bengalas, papeles, bombos, redoblantes, murgas, enormes
banderas de palo, fuegos artificiales, petardos, bombas de humo
y un color jamás visto. A las 13.30 se soltaron miles de globos
despues del conteo de 100 y la gente empezó a marchar. Todos agarrados
a la bandera de mil metros de largo por 4,5 de ancho. La manada
no se corta. Dos horas después llegó al Monumental y siguieron
la fiesta...
Adentro,
en el Monumental, fueron 55 mil almas las que le dieron color
y calor al centenario del club. Después de un partido entre chicos
de River y Peñarol, llegó el primer momento sublime del festejo:
la interpretación del Himno Nacional por parte de la banda militar
de Ituzaingó, que enseguida hizo sonar los acordes del himno de
River. Se cantó a coro, claro, un coro multitudinario, el feliz
cumpleaños de la institución. La voz del animador Fernando Bravo
(reconocido hincha de River) fue ordenando cada paso de la programación.
Hubo, por supuesto, un desfile de deportistas de todas las disciplinas.
El perímetro de la cancha quedó adornado con una bandera con la
inscripción 1901-2001, un siglo de pasión. Y el segundo momento
más emotivo de la noche fue cuando se descubrió el escudo de River
en el círculo central del campo de juego, al desplegar las telas
blancas y rojas que estaban enrolladas. Las banderas, los globos
(los clásicos redondos y los ya habituales alargados) y las cintas
que golgaron desde lo más alto de las tribunas completaron un
marco fantástico. En la popular apareció primero una bandera rectangular
con una galera negra y un 100 enorme en rojo y blanco, firmada
por Los Borrachos del Tablón. Después mostraron otra, con forma
de camiseta. A todo esto, de a ratos brotó el irónico canto de
la gente: "Es para vos, es para vos, Bosteros putos las puta que
los parió...", dedicado a la Bosta. Y hubo gritos de apoyo para
Ramón Díaz. Y hubo silbidos para Gallego.
Pasaron
aquellos momentos de los himnos (el Nacional y el de River), el
feliz cumpleaños y el "descubrimiento" del escudo de la entidad,
y el cuarto instante mágico de la noche resultó la aparición del
equipo, que jugó dos tiempos de treinta minutos cada uno (en el
entretiempo hubo una exhibición gimnástica) ante la primera de
Peñarol, el mismo invitado especial que estuvo en las inauguraciones
de la vieja cancha de Alvear y Tagle (el 20 de mayo del 23) y
del Monumental (el 26 de mayo del 38). Costanzo; Hernán Díaz,
Ayala, Yepes, Sarabia; Escudero, Astrada, Damián Alvarez; Ortega;
Saviola y Cardetti comenzaron jugando ante los uruguayos, aunque
después hubo una enorme cadena de cambios en ambos equipos. Ortega
se llevó la mayor ovación, seguido de Saviola y en tercer lugar
quedaron juntos Hernán Díaz, Astrada y Costanzo. También Bonano
recibió el afecto del público cuando reemplazó a Costanzo. Más
tarde, Sala entró por Tito y terminó tapando un par de remates
peligrosos del equipo de Bengoechea y Cedrés (que fue insultado
por venderse al eterno rival) para que el partido terminase igualado
sin goles. Se apagaron las luces, aparecieron glorias de todos
los tiempos en las cuatro pantallas gigantes. Y volvieron las
ovaciones. Amadeo, Enzo, Gallardo, Walter Gómez, el chileno Salas,
y etcétera, etcétera y etcétera. Llegó la música de Ignacio Copani,
del grupo uruguayo Los Fatales y de Ráfaga. Y más efectos con
rayo láser. Y más fuegos artificiales, como cuando salió el equipo
y se instaló un humo denso, del cual parecieron brotar los ídolos
de siempre para hacer una gambeta o gritar un gol. Y quién sabe
si no lo hicieron... Si estuvieron todos ayer. Desde el cielo
o la tierra. Al fin de cuentas, se trató de un 25 de mayo especial,
en el que la pelota fue una excusa y la emoción, una invitada
de honor.
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